Hilo Rojo del Destino.
De qué se trata, este argumento ontológico sobre el destino...
Es posible que alguna vez hayas escuchado nombrar el hilo rojo del destino.
Ese hilo que une a las almas gemelas, nace de leyendas orientales basadas en el destino inevitable.
Esta leyenda, un tanto más estética que la de las almas gemelas, surge cuando se descubre que la arteria cubital conecta el corazón con el dedo meñique (que es la misma razón por la que en tantas culturas se cierran promesas al entrelazar este dedo con el de otra persona).
La delgada vena que va del corazón a la mano, se extiende por el mundo invisible para terminar su curso en el corazón de alguna otra persona. Pero a diferencia de otras supersticiones amorosas, la Leyenda Japonesa no se limita a la pareja, ni a una sola persona a la que estemos destinados a encontrar. Habla de una suerte de ramificación arterial, que surge de un dedo hacia todos aquellos con los que haremos historia, todos aquellos a los que ayudaremos y estaremos conectados de una manera u otra.
Para la imaginación ontológica, el mito del hilo rojo es una manera de entender nuestro itinerario de encuentros, como una trama predeterminada donde las relaciones de pareja, los roces íntimos y todas las pequeñas historias que enlazamos con otros, no son triunfos, ni accidentes del azar, sino parte de un tapiz escarlata cuyos hilos nos fueron dados al nacer, pero nosotros mismos hemos tejido.
"Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper."
Una de las leyendas japonesas en torno a esto, cuenta que un anciano que vive en la luna sale cada noche y busca entre los espíritus aquellos afines a reunirse en la Tierra, que tienen algo que enseñarse mutuamente, y cuando los encuentra les ata un hilo rojo para que hallen su camino y les guíe. Así, nuestros hilos rojos terminan en alguien más. Aceptar esto, o al menos considerarlo, es un consuelo secreto; es como si nuestros pasos, por más obstinados que a veces nos parezcan, supieran la ruta y la geografía de sus múltiples destinos amorosos y por lo tanto no hubiera “tropiezos” o decisiones mal tomadas.
Para los japoneses, con una cultura milenaria e intuyen más, las relaciones humanas están predestinadas por un hilo rojo, que los dioses atan a los dedos meñiques de aquellos que se encontrarán en la vida. De acuerdo a la leyenda, las dos personas conectadas por este hilo tendrán una historia importante, sin importar el lugar, el tiempo o las circunstancias.
Todas las culturas se han planteado qué es lo que gobierna el rumbo individual de cada hombre, y entre ellas muchas han concebido un hilo astronómico que predice sus caminos. Pensemos en las Moiras de los griegos, que sostienen un hilo de oro por cada hombre en la tierra y a su muerte lo cortan de tajo, o en el hilo, también rojo por cierto, de la cábala, que conecta a los creyentes con la Tierra Santa de Jerusalén.
Es lógico pensar que si la vida se concibe como un gran texto (del latín textus: tejido, enlace), los hilos sean la materia prima del hombre para entramar su acontecer diario. “Perder el hilo” es ya una expresión universal para referirse al extravío práctico o incluso existencial.
En cuanto al amor, una alma gemela tiene una irresistible atracción que hace que tu corazón lata más rápido y te suden las palmas de tus manos y se despierten diversas e incontrolables sensaciones. Tu corazón se emociona al verlo y cuando están apartados, estás ansioso por volver a ver a ese ser anhelado. Tiene algo especial dentro, lo sabemos.
Cuando dos almas se conocen en la Tierra, no necesitan palabras para saber quiénes son. No necesitan convivir para saber qué es lo que les gusta, lo que les agrada, lo que les apasiona y cuál es la esencia de su ser.
El amor tal vez puede llegar tarde, pero nunca llega a destiempo… siempre es muy oportuno...
Esta allí afuera, tal vez, quién sabe…?
Así, la leyenda del hilo rojo nos dice, que dentro del laberinto de encuentros e historias compartidas, hay una senda prediseñada y perfecta, un hilo escarlata que, nos conecta con nuestro destino irrevocable colocado a la vera de otro hilo que también habrá de conducir a nosotros, que vamos tejiendo día a día.
Nunca podrás escapar de tu corazón, así que es mejor que escuches, lo que tiene que decirte…Paulo Coelho, “El alquimista”
Leyenda del Hilo Rojo
"Hace mucho, mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.
Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente."
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