Fuentes de Nuestra Enfermedad Interna ☆
Lo que hay detrás de ti y lo que hay delante de ti palidece en comparación con lo que hay dentro de ti".
~Ralph Waldo Emerson
Un componente curativo de la terapia individual o grupal es lo que los psicólogos llaman universalidad: la conciencia de que no estoy solo en mi sufrimiento. Entonces, aquí, sin ningún orden en particular, hay una lista de diez fuentes espirituales/existenciales universales de nuestra "enfermedad" interior y cómo una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos con ellas:
1. Reactividad: Respondemos a situaciones estresantes y a otras personas, incluidas las que más amamos, con emociones o comportamientos rápidos y habituales. Tal reactividad nos hace vivir en piloto automático y nos bloquea de nuestro ser superior. Una práctica diaria de mindfulness nos permite poner un desfase entre el estímulo y la respuesta y avanzar hacia una mejor versión de nosotros mismos.
2. Negación de la finitud: experimentamos nuestras vidas en este mundo como limitadas, pero anhelamos el infinito. El filósofo Paul Ricoeur dijo que el dilema humano es que somos “seres finitos con anhelos infinitos”. Varias adicciones pueden entenderse como nuestros intentos equivocados de alcanzar el infinito. ¡El perfeccionismo también es una negación de la finitud que nos hace como queso suizo esperando perpetuamente no estar llenos de agujeros! Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a aceptar la finitud incluso mientras seguimos siendo conscientes de nuestros anhelos infinitos y los aceptamos. Rodear el dilema finito/infinito con una amable aceptación nos hace menos propensos a esforzarnos imprudentemente por anhelos infinitos de maneras que dañan nuestras vidas finitas.
3. Autocrítica: No nos hablamos a nosotros mismos cuando estamos luchando con tanta delicadeza y sin juzgar como le ofreceríamos a un buen amigo. Cuando nos juzgamos a nosotros mismos con dureza, somos propensos a juzgar a los demás también de esa manera. Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a notar la autocrítica y rodearla con una amable aceptación, tanto de nosotros mismos como de nuestra tendencia a juzgarnos a nosotros mismos.
4. Falta de conciencia del yo sagrado: Vivimos como si el yo estresado, reactivo, herido, fuera todo lo que hay para nosotros. Nuestras capacidades más elevadas de asombro, alegría, compasión y paz permanecen en su mayoría sin explotar. Vivimos desde el pequeño yo la mayor parte del tiempo y no llegamos a conocer el gran yo en el que “vivimos, nos movemos y tenemos el ser”. Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a aquietar el pequeño yo y obtener lo que yo llamo "contacto con el Yo": vislumbres del Yo más grande que nos ayudan a comenzar a vivir de manera más consistente a partir de energías superiores.
5. Sesgo de” todo mal”: naturalmente, prestamos más atención a lo que está mal en nuestras vidas que a lo que está bien. Mil cosas pueden estar funcionando sin problemas en nuestro cuerpo, pero un dolor crónico puede superarlos a todos por nuestra atención. Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a notar los trastornos en nuestras vidas, aceptar que están aquí y volver a ponernos a tierra en gratitud.
6. Habituación: una vez que pasamos la infancia, perdemos gran parte de nuestra capacidad de asombro. Somos propensos a caminar dormidos por la vida y a recurrir a cosas dañinas (p. ej., adicciones) para mantener la vida interesante. Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a sintonizarnos con la singularidad de cada momento y descubrir que el mundo rebosa de gracia cuando estamos sintonizados con él.
7. Miedo: Somos conscientes de que el mundo físico es un lugar peligroso. Escuchamos cosas terribles todos los días y tememos que tales cosas puedan afectar nuestras propias vidas. Además, el miedo al fracaso o a lo que puedan pensar los demás inhibe nuestra disposición a vivir con autenticidad. Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a notar la presencia frecuente del miedo y liberarnos de él eligiendo aceptar las dificultades de la vida y volviendo a comprometernos continuamente a vivir la mejor vida que podamos en nuestras circunstancias.
8. Angustia por desapego: queremos estar conectados de forma segura ("apegados" en la jerga psicológica) a aquellos que amamos. Queremos saber que somos apreciados y amados, que importamos, que valemos el tiempo de otras personas, que nuestras relaciones son seguras y de apoyo. Cuando percibimos que alguien nos ha despreciado, sentimos "angustia por desapego" (en realidad, los psicólogos la llaman "angustia por apego", pero la angustia en realidad se trata de desapego). Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a notar cuándo surge la angustia por el desapego y evitar reaccionar demasiado rápido a los pensamientos o emociones habituales del yo pequeño.
9. Sobrecarga/subcarga: tenemos un problema de “Ricitos de oro” cuando asumimos en la vida más de lo que podemos manejar y nos sentimos estresados y agobiados, y sentimos que nuestras vidas carecen de propósito. Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a notar cuándo nos sentimos sobrecargados o insuficientes. En la pausa tranquila de la práctica de la atención plena, podemos sentir que tenemos opciones para lidiar con la sobrecarga o la falta de carga. También podemos sentir una energía o sabiduría mayor que puede ayudarnos a tomar esas decisiones.
10. Conformismo: Tenemos miedo de ser diferentes. Tendemos a tomar nuestras señales sobre cómo vivir de lo que hacen los demás. Tememos que la gente pueda pensar en nosotros como soñadores salvajes o fracasados, por lo que somos propensos a retener lo que más nos emociona en la vida. Una práctica diaria de atención plena puede ayudarnos a ser más conscientes de nuestras tendencias conformistas y nuestro anhelo de vivir auténticamente. Puede renovar continuamente nuestra conexión con el yo superior, lo que nos reconecta mejor con el mundo también.
Estoy en paz.
Estoy en paz con no estar en paz.
Estoy en paz.
Estoy contento con el descontento divino.
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