El Desapego
El acto más doloroso y al tiempo el más elevado del amor incondicional, duele, duele mucho...duele porque hay que soltar lo que amas, dejarlo ir o eso creemos, ese dolor es mental; no es dolor, es sufrimiento, lo que nos hace sufrir es el miedo alimentado por el ego, por la creencia arraigada de la posible pérdida, de una posesión que no existe, que no es real. Ya que no podemos poseer a alguien que no es nuestro, que nunca lo fue y que nunca lo será.
No nos pertenecen nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestra pareja, ni siquiera nos pertenecen nuestros hijos, son seres libres e independientes, con su propio camino por recorrer, al igual que nosotros, por eso no hay que subyugar la felicidad de unos hacía los otros. Si no eres feliz tú sólo, no lo serás con nadie.
El apego es el controlador de todos los tiempos, el que te ancla en un presente ausente. Sin embargo, el desapego te mantiene en el aquí y el ahora, es soltar al otro sabiendo que pase lo que pase "TODO ES PERFECTO."
Y sí, puede que eso "nos duela mucho", porque hasta ahora sólo nos enseñaron que éramos alguien si teníamos posesiones de todo tipo, se olvidaron de decirnos que cuanto más poseemos, más esclavos nos volvemos.
Como dijo Frida Kahlo: "De nada sirve que la imaginación tenga alas, si el corazón es una jaula".
Por eso creo con firmeza que la independencia afectiva, es el mayor regalo que puedes hacerte a ti y a tus seres amados, y cuando lo logras, entonces y sólo entonces puedes gritar al Universo que por fin has alcanzado la verdadera y plena libertad.
"Una vez que empiezas a avanzar hacía el desapego ya no existe camino de retorno."
El Desapego es desprenderme de las cosas con facilidad, sabiendo que nada sale de mi vida si no es sustituido por algo mejor, y eso genera abundancia y amor propio.
Dentro del enfoque del crecimiento personal y la espiritualidad, el término desapego es clave para alcanzar la felicidad. Significa ser capaces de sortear las barreras de nuestra zona de confort para dejar de necesitar, de depender, de vivir con miedo a perder dimensiones a las que nos aferramos en exceso.
Primera ley del desapego: eres responsable de ti mismo
La primera ley del desapego invoca un principio básico de crecimiento personal: la responsabilidad.
Pensemos en ello: nadie va a retirar por nosotros cada piedra que encontremos en el camino. Al igual que nadie va a respirar por nosotros ni se ofrecerán de voluntarios para cargar nuestras penas o dolores.
Cada uno de nosotros somos artífices de nuestra propia existencia. Y algo así implica valentía. Significa que debemos desapegarnos de las opiniones ajenas, de la necesidad de ser validados, de esperar la aprobación de los demás para seguir adelante con nuestras decisiones, sueños o proyectos.
Somos personas libres, listas para crear el destino que creamos conveniente.
Así pues, siendo plenamente consciente de ese derecho a ser constructores del propio destino, ten muy en cuenta estas dimensiones:
No pongas en el bolsillo de los demás tu propia felicidad. No concibas la idea de que para ser feliz en esta vida, es esencial encontrar una pareja que te ame, o tener siempre el reconocimiento de tu familia.
La soledad a veces es la mejor compañía para favorecer nuestra autorrealización.
Si el barómetro de tu satisfacción y felicidad está en lo que los demás te aportan, no conseguirás más que sufrimiento. ¿La razón? Pocas veces lograrán cubrir todas tus necesidades.
Cultiva tu propia felicidad, siéntete responsable, maduro, toma conciencia de tus decisiones y de sus consecuencias, elige por ti mismo y no dejes nunca que tu bienestar, dependa de opiniones o consejos ajenos.
Segunda ley del desapego: vive el presente, acepta, asume la realidad
En esta vida, nada es eterno, nada permanece, todo fluye y retoma su camino tejiendo ese orden natural que tanto nos cuesta asumir a veces. Las personas estamos casi siempre centradas en todo aquello que ocurrió en el pasado y que, de algún modo, se convierte ahora en una dura carga que altera nuestro presente.
A menudo, estamos tan “apegados” a todos esos eventos acontecidos en el ayer que se nos olvida los más importante: vivir. Ponemos toda nuestra atención en esas desavenencias familiares, en trauma que nos ronda y condiciona, en esa pérdida, en ese fracaso sentimental o esa frustración no superada… Todo ello son anclas que nos aferran, que ponen cadenas en nuestros pies y anzuelos en nuestra alma.
Desapego es también aunar fortalezas para poner la mirada en el presente y permitirnos sanar heridas.
Hay que favorecer la aceptación, asumir realidades y no resistirse ante ciertas evidencias. Es más, a veces no tenemos más opción que la de perdonar e incluso perdornarnos a nosotros mismos. Solo así nos sentiremos más liberados, listos para apreciar con todos nuestros sentidos el el “aquí y ahora“, este presente donde tienes tu verdadera oportunidad.
Tercera ley del desapego: promueve tu libertad y permite ser libres también a los demás
Asume que la libertad, es la forma más plena, íntegra y saludable de disfrutar de la vida, de entenderla en toda su inmensidad.
Desapego no es cortar vínculos o establecer lazos marcados por la frialdad emocional. Todo lo contrario. Estamos ante una dimensión donde aprender a limar miedos para amar de forma más auténtica y respetuosa. Es saber dar y permitirnos recibir sin presiones, sin necesidades ciegas, sin ansiedades o con el eterno temor a ser abandonados. Es preferir sin necesitar al otro.
Asimismo, otro aspecto que debemos recordar sobre el desapego es que no estamos obligados a ser responsables de la vida de los otros. Así, no falta quien por ejemplo ansía encontrar pareja para huir de la soledad o incluso para sanar viejas heridas del ayer. Tengamos claro que ninguno de nosotros tiene la obligación de ir de héroe. De rescatar a otros para curar sus soledades o fracturas provocadas por antiguas relaciones. Este tipo de lazos solo generan sufrimiento.
Los apegos intensos nunca son saludables, pensemos por ejemplo en esos padres obsesivos que se exceden en la protección de sus hijos y que les impiden poder madurar, poder avanzar con seguridad para explorar el mundo.
La necesidad de “despegarse” es vital en estos casos, ahí donde cada uno debe salir de los límites de la certidumbre para aprender de lo imprevisto, de lo desconocido.
Cuarta ley del desapego: asume que las pérdidas van a sucederse tarde o temprano
En toda corriente budista y espiritual está presente la idea de la impermanecia. Hablamos de esa dimensión donde estamos obligados a entender “sí o sí” que en esta vida nada perdura, que nada puede contenerse eternamente. Las relaciones e incluso las cosas materiales, cambian, maduran, y a menudo hasta terminan desvaneciéndose. Asumamos por tanto la idea del cambio, la ausencia e incluso la pérdida como una ley vital a la que no podemos cerrar los ojos.
Algunas personas se irán para siempre, los niños crecerán, algunos amigos dejarán de serlo y algunos amores se irán del calor de nuestra mano… No obstante, llegarán otras muchas más cosas. Porque la vida es cambio, pero también movimiento y todo ello forma parte del desapego. Y como tal, hemos de aprender a asumirlo para afrontarlo con mayor integridad. Con mayor fuerza. No obstante, lo que nunca cambiará, es tu capacidad de amar: empieza siempre por ti mismo.
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