La Depresión te quita la vida de muchas maneras
No es necesario que el corazón deje de latir para sentir que la vida se ha ido, quienes sufren de depresión se encuentran en un estado en el cual darle sentido a sus vidas puede ser la tarea más complicada. La depresión muchas veces se confunde con tristeza, con falta de motivación, con pereza, con cansancio… Y tiene de todo esto un poco, pero va mucho más allá.
La depresión es un estado que si lo permitimos se apodera hasta los huesos, se carcome las ganas de estar, de sentir, de ser… Y quien sufre de depresión muchas veces no encuentra las vías para salir de ese estado que les consume su energía vital.
La depresión hay que tratarla con delicadeza, quien la parece debe poner de su parte y quien le rodea debe armarse de paciencia y de amor para colaborar con la salida de cualquier cuadro de depresión dentro de sus posibilidades.
Definitivamente los pasos importantes en la recuperación los da quien la padece, los que están alrededor pueden hacer lo posible y lo imposible para ayudar, pero si la persona no permite que nada de ello le llegue, no será efectivo. Entendamos que la mayor motivación que debemos sentir cada uno de nosotros es estar vivos y eso no lo siente quien está deprimido, por lo que dese allí todo puede resultar poco significativo en los peores momentos.
Quien está deprimido o tiene la tendencia de caer en este tipo de cuadros debe entender que su cuerpo está reaccionando químicamente en su contra, o mejor dicho, de manera coherente con lo que habita en su mente y solo él tiene la posibilidad de cambiar lo que alberga en ella.
Reconciliarse con la vida no es tan complicado, si así lo queremos, la vida de por sí es un milagro, cada minuto debe ser apreciado, cada instante es un regalo. Pero solo quien está deprimido podrá entender que muchas veces esos regalos son indeseados y que un solo minuto más alarga una agonía que habita en el interior y que la mayoría no logra racionar.
La depresión hay que tratarla con delicadeza, quien la parece debe poner de su parte y quien le rodea debe armarse de paciencia y de amor para colaborar con la salida de cualquier cuadro de depresión dentro de sus posibilidades.
Definitivamente los pasos importantes en la recuperación los da quien la padece, los que están alrededor pueden hacer lo posible y lo imposible para ayudar, pero si la persona no permite que nada de ello le llegue, no será efectivo. Entendamos que la mayor motivación que debemos sentir cada uno de nosotros es estar vivos y eso no lo siente quien está deprimido, por lo que dese allí todo puede resultar poco significativo en los peores momentos.
Quien está deprimido o tiene la tendencia de caer en este tipo de cuadros debe entender que su cuerpo está reaccionando químicamente en su contra, o mejor dicho, de manera coherente con lo que habita en su mente y solo él tiene la posibilidad de cambiar lo que alberga en ella.
Reconciliarse con la vida no es tan complicado, si así lo queremos, la vida de por sí es un milagro, cada minuto debe ser apreciado, cada instante es un regalo. Pero solo quien está deprimido podrá entender que muchas veces esos regalos son indeseados y que un solo minuto más alarga una agonía que habita en el interior y que la mayoría no logra racionar.
Quien está deprimido no quiere conscientemente estarlo, pero se ha dejado arrastrar a un punto complicado y mientras más se deje llevar por la corriente, más lejana le parecerá la ayuda. Pero no hay porque desalentarse, una vez que se cambia el interruptor, como por arte de magia se comienzan a sentir las fuerzas necesarias para llegar a la orilla, se ve cada vez más cerca, se comienzan a tomar los salvavidas que los que nos aman lanzan y cuando vemos estamos sanos y salvos en esa orilla que apreciamos más que nunca. Es un despertar...
El detalle está en que se genere ese punto de inflexión, esa iluminación, ese momento en el cual nos sabemos parte de un todo, que entendemos que estamos acá por algo, para disfrutar y amar la vida, que somos más que nuestros problemas, que las condiciones, que las situaciones, cuando entendemos que somos seres espirituales viviendo esta experiencia encarnada nos resulta más sencillo amar la vida y tener una actitud positiva hasta en los peores momentos.
Enamorarse de la vida es una decisión, el explorarla de a poco, sumergiéndonos en todas las emociones positivas o negativas que la albergan, así como decidir dejar la depresión de manera abrupta, sin posibilidad de negociación y sin hacer ningún intento más… Es altamente doloroso y hasta egoísta, pero quien llega a ella probablemente se encuentre profundamente sumergido en la decepción, la incomprensión, la desolación y la firme idea de que nada vale estar acá.
No somos responsables de las decisiones de los demás, pero hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar a cada una de las personas que veamos con la mirada triste, con la sonrisa apagada, con la desolación de acompañante. No sabemos cuándo podemos hacerle ver a alguien lo maravillosa que es la vida, cuando podemos llenar un corazón de esperanza o servir de salvavidas.
Quizás nuestra participación pase desapercibida, pero tratemos de que todo el que llegue a nosotros se aparte al menos un poquito más feliz y no lo contrario. Todos somos uno y lo que le pasa a cualquier otro, de alguna manera nos pasa a nosotros mismos.
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