Determinan quién eres hoy en día?
La verdad es que los efectos que genera la niñez en cada persona son particulares. Hay quienes teniendo una infancia que podría ser catalogada como fantástica, tienen una marcada inclinación por encontrar los enganches negativos que pueden hacer. Esta conducta tiene a presentarse cuando consciente o inconscientemente buscan justificar conductas inadecuadas o dañinas de adultos.
Mientras que hay quienes teniendo unas infancias muy complicadas desde los ojos de cualquier observador, logran sanar sus heridas, perdonar y continuar una vida de adultos satisfactoria para sí mismos y para quienes establecen relaciones con ellos.
Todos podemos llegar a hacer las paces con el pasado y dejar de sentirnos víctimas de cualquier experiencia vivida. Esto algunas veces resulta una reacción natural de las personas, mientras que en otro momento, requiere un tanto de trabajo interior.
Más allá de la capacidad de cada quien de hacerse responsable de la vida que quiere vivir, podemos revisar algunas heridas que de generarse en el pasado, pueden traer consecuencias en nuestra vida de adultos.
La herida del abandono:
Sentirnos abandonados en nuestra infancia puede traer como consecuencia el aferrarnos a nuestras relaciones o bien mantenernos a un nivel mínimo de compromiso o de involucramiento, justamente por el miedo de repetir una situación de abandono. Adicionalmente estas personas pueden sentirse poco merecedoras de afecto. El argumento principal para el poco merecimiento es que si las dejaron, es porque no eran amadas y ello suele ubicarse en la casilla de: No merezco amor.
La herida del abuso:
Cualquier forma de abuso durante la infancia puede ser un ancla difícil de superar. El abuso físico, quizás sea el peor, generando miedo y rechazo hacia las relaciones o volviendo a las víctimas de estos abusos en agresores sexuales, no necesariamente vinculados con la pedofilia. También existe la posibilidad de que se forme una personalidad sumisa, con poco amor propio y cargada de inseguridades.
La herida de las comparaciones:
Muchas personas sufrieron durante gran parte de su infancia de continuas comparaciones, con el fin de hacerles sentir disminuidos con respecto a otra persona, muchas veces siendo esa otra persona un hermano o figura cercana. Esto puede fomentar un vínculo de rivalidad y de recelo. Los resultados frecuentes incluyen una relación de amor odio por la fuente a la que continuamente fueron comparadas.
La herida de la pérdida de un ser querido:
Los duelos vividos durante la infancia, en especial a aquellos que involucran a los familiares más cercanos. La pérdida de padres o hermanos, incluso los abuelos, puede dejar una honda huella, en la que se produzca una ruptura de la fe y una especie de divorcio con la vida, la cual se considera mala e injusta. Ello puede permanecer para siempre y potenciarse con cada experiencia no deseada.
La herida generada por la separación de sus padres:
El presenciar la separación de los padres y el tener que adaptarse a una vida diferente y dividida puede representar un gran trauma. De adultos este trauma suele manifestarse en las relaciones de pareja en un extremo o en el otro, buscando la manera de destruir la relación o no comprometiéndose o en el otro extremo manteniendo a toda costa uniones, en especial en donde existan niños, incluso cuando la felicidad desde hace tiempo se ha marchado de allí.
Ciertamente hay situaciones que nos gustaría haber no vivido. Pero no podemos cambiar nada de nuestro pasado. No tiene sentido castigarnos, ni buscar culpables, ni mucho menos afectar negativamente nuestra vida en el presente y el futuro.
Tenemos que aprender a sobreponernos y ser felices con lo que somos. Solo podemos conectarnos con esa felicidad soltando lo que duela, perdonando y siguiendo con nuestras vidas con la mejor actitud que tengamos.
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