Desencarnación ☪

by - sábado, septiembre 04, 2021

Lo que llamamos “muerte” no es más que el abandono por el alma de un cuerpo físico que fue su vehículo terrestre, pero que ya no puede sostenerla para su propósito evolutivo. Sólo eso. Pues el alma –nosotros- sigue –seguimos- viviendo.

Cada noche – y esa es la razón por la que dormimos- el alma se separa igualmente del cuerpo y se dirige a los ámbitos de energía correspondientes a su propia vibración energética a tomar de esa energía afín para el día siguiente. Por eso el no dormir durante algunos días debilita el organismo hasta causarle la muerte. De modo que cada noche se da un ensayo de la muerte, una pequeña muerte.



¿Y por qué podemos despertar todos los días y una sola vez en nuestra existencia ya no?

El cuerpo físico está unido al alma (envuelta a su vez por un cuerpo de materia intermedia más sutil que la corporal: el cuerpo llamado astral). Esta unión se realiza mediante un hilo energético llamado “cordón de plata”, hilo de una longitud infinita, por ser energía no condensada. Surge de la zona de nuestro ombligo y–como sucede con el viaje espacial del astronauta- mantiene unidos a la “nave nodriza”(el cuerpo físico) con nuestro “doble” de material más fino en donde se encuentra el alma con todas sus cargas. Estas cargas resultan del incumplimiento de las leyes divinas y son nuestro karma a purificar o expiar en esta existencia o en otra posterior. También en el Más Allá, como veremos.

Cada día hacemos nuestro particular viaje espacial precisamente a los ámbitos del Más Allá, que reciben este nombre precisamente por hallarse “más allá” del cosmos material. Pero el día que “toca morir”, ese cordón es cortado, ya no podemos regresar más al cuerpo físico y el corazón se para. Es entonces cuando el médico certifica la defunción.

Y ahí estamos, si somos el muerto, tal vez desconcertados porque la gente llora a nuestro alrededor, tal vez preocupados porque no nos escuchan, pero nosotros sí podemos escuchar porque somos energía consciente y sintiente tengamos o no cuerpo físico.

El ahora difunto sufre si lloran sus seres más queridos con los que ahora no tiene comunicación verbal ni contacto físico, y aunque algunos sensitivos pueden verlo y comunicarse telepáticamente con él, para los demás parece haberse hecho invisible, mientras sus intentos de intentar penetrar en su cuerpo han sido definitivamente en vano….Y durante un tiempo puede merodear alrededor de su mortaja, sin terminar de comprender algo que acabará por admitir antes o después: que está muerto, pero que en realidad no está muerto, sino vivo, pues sigue sintiendo y pensando, igual que sucede cuando se sueña. Está vivo, pero no puede penetrar en ese cuerpo que todavía reconoce como propio.

Entre tanto, y durante las primeras 72 horas, -dependiendo del grado de desapego a este mundo- el alma, que es ahora la que dirige el proceso, se va desprendiendo de todas sus conexiones energéticas y materiales con el cuerpo físico; el sistema nervioso va dejando de funcionar y el cuerpo material va perdiendo la sensibilidad progresivamente mientras comienza su lento deterioro al ser abandonado por la vida. (Cuidado ahí con el tema de las donaciones de órganos: el difunto sufre las amputaciones, aunque no pueda manifestarlo.)

Lo mejor es la cremación del cuerpo, pero debe hacerse después de los 3 días, tiempo en el cual el cuerpo etérico sigue unido al cuerpo físico)

Los difuntos que han estado muy apegados a este mundo, tardan más tiempo en comprender que han muerto, a pesar de que reciben indicaciones de seres instructores, y aunque el cuerpo físico ya no les acompaña, visitan sus lugares habituales de existencia terrenal con su revestimiento astral e intentan vivir como siempre lo han hecho (son los fantasmas) hasta que se dan cuenta de que están en otra dimensión de la existencia. 

¿Dónde? en una estación intermedia, llamado “reino de las almas” o limbo un sitio de paso en donde recibirán en su momento las indicaciones necesarias para dirigirse a su siguiente destino. En esta estación intermedia, el alma se va liberando y abandonando poco a poco todos los programas básicos del ego que formaron parte de su vida material: su idea de profesión, estado civil, hábitos culinarios, rutinas diarias, etc. pero sigue teniendo conciencia de sí y de sus emociones y sensaciones.

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