Un círculo de tiza en la puerta impide el paso a los fantasmas; el ajo o eneldo, colgados sobre la puerta principal, impide la entrada a los envidiosos.
Una bolsa con sal o campanas colgadas del pomo harán volar a los demonios.
Otros hechizos para proteger la casa de la entrada del mal incluyen: colocar dos agujas cruzadas debajo del felpudo de la puerta, pintar la casa de azul (color sagrado), esparcir semillas de mostaza o polvo de sangre de dragón en los dinteles y clavar tres clavos en forma de triángulo, con un clavo hacia arriba, en la parte exterior de la puerta principal.
Hierbas específicas se cultivarán en el porche para aumentar la protección del hogar. Helechos, lirios, caléndula y enebro se plantarán allí en macetas.
Un calcetín viejo lleno de sal, salvia y otras hierbas protectoras, se quemarán debajo del porche frontal para ahuyentar a los fantasmas de la casa. Una casa con piedras agujereadas o un cuchillo debajo del porche son protectores muy potentes.
La puerta es un lugar ideal para atraer ciertas energías y dones al hogar.
Cinco monedas brillantes colocadas bajo el porche traerán dinero y amor al hogar, y quemar allí un poco de comida, asegurará que nunca se pase hambre.
Si deseas ver un fantasma, la entrada de la casa es el lugar ideal; de acuerdo con la tradición, al anochecer o a media noche, permanece frente a la puerta en la oscuridad, mirando hacia el interior de la habitación.
Con la puerta entornada, apoya las mejillas contra ella y mira por el borde. Si persiste, puedes ver espíritus y formas extrañas, ¿Por qué? Porque la puerta es una entrada a otros mundos.
Si quieres verte libre de fantasmas, éstos pueden ser liberados golpeando una puerta varias veces seguidas.
Los fantasmas serán atrapados entre la puerta y el marco y pronto se cansarán de la tortura y se marcharán.
Si a ti te gustan los fantasmas, ¡no golpees las puertas!
Si nunca cierras las puertas, a lo mejor te convenga empezar a hacerlo.
La leyenda dice que aquel o aquella que nunca cierra una puerta, nunca poseerá una casa. Esto está probablemente relacionado con la idea de que las puertas de la casa, si se dejan abiertas, dejan “escapar la energía”.
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