El duelo es el proceso de asimilación, aceptación e integración que hace cada persona frente a una pérdida en su vida. Esta pérdida puede ser a varios niveles, desde cambios de ciudad o trabajo, ruptura de pareja o pérdida por fallecimiento de un ser querido. El proceso de duelo que hará cada uno será totalmente personal y requerirá de más o menos tiempo, en función de factores personales, ambientales y de cómo vamos afrontando pasando por cada una de las etapas que configuran el duelo.
1. Etapa de negación: Esta es la etapa inicial en la que decimos que no a la pérdida: “Aquí no ha pasado nada”, “Esto no es real”, o bien actuara de manera normal.
Frente a pérdidas significativas, los seres humanos en general no podemos asumir y aceptar de golpe sino que necesitamos de un procesamiento y una asimilación a nivel físico y psicológico que requiere de un tiempo. La negación es una resistencia, que en su justa medida, es sana y nos protege del choque emocional y psicológico que nos supone la pérdida.
Metafóricamente hablando la etapa de negación seria una puerta cerrada que a pesar de estar cerrada, ya está localizada para cuando podamos disponernos a abrirla.
2. Etapa de ira: En esta fase, la persona pasa por emociones como la rabia, el enfado o la cólera. Si seguimos con la metáfora de la puerta, aquí nos dispondríamos a girar el pomo y empujarla con fuerza (una puerta muy pesada) para empezarla a abrir. Suelen aparecer también sentimientos de injusticia o la culpa hacia uno mismo o proyectada en otras personas.
3. Etapa de negociación: En esta etapa tendemos a intentar explicarnos lo sucedido desde la razón, buscando posibles soluciones o intentando comprender el porqué de lo sucedido, a sabiendas de que no haya solución posible y de que no encontraremos un porqué que nos convenza lo suficiente.
Tendemos también a reproducir escenas del pasado donde resolvemos la situación o a analizar estas escenas en exceso. Eso normalmente nos lleva al cansancio y la extenuación.
Necesitaremos atrevernos a soltar esta parte para poder trascenderla. Eso implica renunciar a las explicaciones racionales que buscamos porque así creemos que descansaremos y a atrevernos a contactar con el dolor que supone esa pérdida.
4. Etapa de dolor emocional (o depresión)
Aquí es donde la tristeza se concede espacio. En esta etapa se expresan el llanto y la tristeza profunda que supone la pérdida. También se suele contactar con el vacío que la pérdida ha dejado en nosotros. Son momentos en los que contactamos plenamente con el dolor de la pérdida.
Dar espacio a la emoción de la tristeza facilitará que podamos expresar el dolor y que con ello, podamos ir soltándolo.
Es posible que entremos en un periodo en el que la energía sea bajita, no tengamos muchas ganas de hacer planes y tendamos a esa tristeza. Aunque a la etapa se le llama de “Depresión”, a priori no será un trastorno lo que suframos sino algo natural que forma parte del proceso y que se asemeja en algunos de sus síntomas a los de la depresión como trastorno. Pero a priori, no lo es. En el caso de que esta etapa se prolongara en el tiempo, tendríamos que ver y trabajar (de la mano de profesionales) en aquello que nos mantiene fijados en este estado.
Es importante respetarnos este periodo a la vez que nos cuidamos y nos dejamos cuidar. Darnos permiso para sentirnos, llorar la pérdida y echarla de menos. Para, como siempre, poder seguir avanzando en el proceso de duelo hasta la aceptación, la etapa final.
5. Etapa de aceptación: Última etapa en la que se da la integración psicoemocional y espiritual de la pérdida, donde las emociones ya no son tan desgarradoras e intensas y podemos enfocarnos de nuevo en nuestra vida con la suficiente serenidad y claridad para encauzarla y apostar por ella.
Es importante clarificar que, en el caso de pérdida de un ser querido, aceptar no es olvidar, y que podamos volver a ilusionarnos con la vida, reír, tomar decisiones que nos aporten bienestar, etc., no quita que sigamos echando de menos a nuestra pérdida, o que la podamos llorar.
Dejamos atrás la culpa por seguir hacia adelante y encontramos formas propias de mantener vivo al otro en nosotros.
En esta etapa aparecen la gratitud, el amor y el aprendizaje. Después de un proceso de duelo elaborado, es decir, expresado en su dolor, integrado y aceptado, somos capaces de dar paso a una nueva mirada amorosa, en paz y agradecida por lo que fue y por todo el aprendizaje adquirido.
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