No siempre son los amigos de toda la vida los que nos entienden en momentos puntuales, y por eso a veces acabamos escribiéndole a un desconocido por Internet, porque nos parece familiar su forma de expresarse en su blog, o las fotos que cuelga en Instagram nos inspiran mucho.
Hay complicidades que se escapan a cualquier afinidad cultural y que nos hacen pensar en alguna clase de conexión emocional o incluso espiritual. Parece como si esas personas tuvieran algo misterioso que les conecta con nuestro mundo, sin que sepamos exactamente qué es. Aparecen en el momento menos esperado, y nos los podemos encontrar en un bar, en el trabajo, en el metro, por la calle o incluso en una novela de ficción.
Muchas veces no llegamos a conocerles en persona, o hablamos con ellos pero solo compartimos un momento único que se recordará para siempre.
A veces es una simple mirada que da rienda suelta a nuestra imaginación, otras veces es una conversación de tres horas seguidas en un bar, o un encuentro casual en un foro de Internet.
Hay veces en que es leyendo un libro cuando sentimos que su autor ha sabido expresar exactamente algo que hemos vivido, o un artículo de Código Nuevo que parece que lo hayamos escrito nosotros mismos.
Son personas que parece que conozcamos de toda la vida, porque ven el mundo como nosotros, sienten las mismas cosas y hablan el mismo idioma.
Hacen que nos sintamos menos solos en un mundo que parece a menudo totalmente ajeno a nuestras ideas, experiencias o sensaciones... Albert Espinosa los llama "los amarillos", otros los llaman almas gemelas, y también hay muchas personas que no creen que existe algo así, porque nunca lo han experimentado.
Pero con el tiempo uno descubre que son complicidades puntuales, conexiones con una parte de lo que nosotros somos, pero que no llegan a sintonizar con todos nuestros registros. Al final lo que marca realmente una relación no es tanto esa conexión espontánea, sino más bien el día a día, con muchos más detalles, situaciones y formas de conectar.
Es cierto que hay desconocidos que parecen muy familiares, como si los conociéramos de toda la vida, pero a la hora de la verdad, no nos comprenden de forma global, sino que solo son un escape de la rutina, una ventana de nuestra realidad cotidiana.
Puede que los amigos de siempre, la familia y nuestra pareja no siempre estén a punto para escucharnos, porque tienen sus propios problemas, o porque hay días en que están cansados o menos receptivos.
Puede que de vez en cuando necesitemos navegar solos sin rumbo en busca de nosotros mismos, viajando, leyendo o hablando con algún desconocido que parezca tan cercano; pero al final, ellos, los que de verdad nos quieren y queremos, esos amigos, esa familia o esa pareja son el lugar al que volvemos, esa casa que siempre nos espera.
No todo debe ser como siempre ha sido. Y una persona que nunca has visto puede saber más de ti que tu propia familia. Las personas especiales, como la magia, están en todas partes. Y yo hoy soy un poquito más flexible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario